El nuevo escenario de salud psicoemocional en la Tercera Edad

El término tercera edad  es un término antropico social que hace referencia a la población de personas mayores, no necesariamente jubilada, normalmente de 65 años o más.

Este grupo de edad ha estado creciendo en la pirámide de población o distribución por edades en la estructura de población, debido a la baja en la tasa de natalidad y la mejora de la calidad y esperanza de vida de muchos paises.

La tercera edad está asociada a un deterioro mental además de un deterioro físico. A grandes rasgos el sentido común podría decirnos que la tercera edad comienza a los sesenta o sesenta y cinco años, con enormes variaciones dependiendo del caso.

Cuando una persona llega a la vejez, puede sufrir una gran depresión por las pérdidas físicas a la que está expuesta. Esta depresión se puede prevenir si el individuo cuida su salud durante su adultez , para llegar a una vejez tranquila y en buenas condiciones, tanto físicas como mentales.

En los países en vías de desarrollo, las condiciones de vida para las personas de la tercera edad son especialmente difíciles, pues pierden rápidamente oportunidades de trabajo, actividad social y capacidad de sociabilización, y en muchos casos se sienten postergados, erradicados . En países desarrollados, en su mayoría gozan de mejor estándar de vida, son subsidiados por el Estado y tienen acceso a mejores pensiones, garantías de salud y otros beneficios.
Incluso hay países desarrollados que otorgan trabajo sin discriminar por la edad y donde prima la experiencia y capacidad[cita requerida]. Las enfermedades asociadas a la vejez (Alzheimer, artrosis, etc.) son más recurrentes en los países en vías de desarrollo que en los del desarrollados

Es importante conocer cuáles son las enfermedades más frecuentes a partir de los 65 años y así poder prevenirlas.
Los procesos biológicos involutivos son los que parecen determinar primariamente los déficits cognitivos, aunque existen coadyuvantes y/u otros determinantes de tales pérdidas. En términos generales, el primero de ellos es la deprivación sensorial a la que con frecuencia es sometido el anciano, la cual puede provocar trastornos en las estructuras cerebrales y, por ende, en el comportamiento cognitivo. Por otro lado está la mayor incidencia de trastornos físicos en la edad avanzada (enfermedad aguda o crónica, deterioro sensorial), a los cuales hay que añadir los efectos secundarios de la medicación administrada para aliviarlos. Por último, las pérdidas en las relaciones interpersonales que sufre el anciano así como los cambios en su vida profesional y laboral determinan trastornos afectivos que, a su vez, cursan o se ven asociados con perturbaciones en el rendimiento intelectual.

Pero más esperanza de vida implica más población de la tercera edad, con lo cual aumenta inexorablemente la cantidad de víctimas de un grupo de enfermedades que están entre las más temidas y, a la vez, las menos conocidas: las demencias y, en particular, la enfermedad de Alzheimer. Se trata de enfermedades degenerativas del cerebro que atacan principalmente a las personas de edad avanzada y se caracterizan por un deterioro gradual de las facultades cognitivas, especialmente la memoria, causando una pérdida progresiva de la autonomía del enfermo.

Más allá de los aspectos médicos, estas enfermedades nos plantean problemas inéditos: qué hacer como personas frente a un ser querido que pierde su autonomía e individualidad y pasa a depender completamente de nosotros, y qué hacer como sociedad frente a la cantidad creciente de enfermos que han perdido su autonomía y requieren atención día y noche hasta en sus necesidades más básicas, con el consiguiente impacto psicológico y económico que esto significa para la familia del enfermo.

Por un lado, no estamos preparados individualmente frente a la catástrofe que significa presenciar el declive intelectual, la devastación que la demencia causa en la mente de un ser querido. Quienes antes fueran nuestro héroes, nuestros confidentes, nuestro cónyuge con quien compartíamos nuestros entusiasmos y preocupaciones, nuestros abuelos que nos entregaban su cariño incondicional, se transforman lentamente en seres ajenos y lejanos que desconocemos y que nos desconocen, perdidos en un mundo inaccesible, dependientes de nosotros incluso para sus necesidades más básicas.

Por el otro, la demencia no sólo destruye la mente de sus víctimas: también golpea duramente a sus familias por la enorme carga psicológica y económica que conlleva encargarse de un enfermo con demencia. Sus familiares ignoran o minimizan los primeros síntomas, los achacan a la edad, luego enfrentan con sorpresa, incomprensión y vergüenza el declive intelectual y moral de su ser querido, no saben quién ni cómo puede ayudarles y finalmente terminan enfrentando este drama solos, sin ayuda médica o económica.

Ejercicios que expanden las dentritas y la producción de neutrofinas:

- Intentar ducharse con los ojos cerrados: sólo con el tacto localizar el grijo, ajustar la temperatura del agua, buscar el jabón,... Las manos notarán texturas que nunca habían percibido.
- Utilizar la mano no dominante: Comer, escribir, cepillarse los dientes, abrir un cajón, subirse una cremallera ...
- Leer en voz alta. Se activan distintos circuitos que los que se usan para leer en silencio.
- Cambia las rutas: tomar diferentes caminos para ir al trabajo o a casa, conversar con personas diferentes en el día... Experimentar lo inesperado.
- Cambiar la ubicación de algunas cosas. Al saber dónde está todo, el cerebro construye un mapa. Por ejemplo el lugar de cubo de la basura, verá la cantidad de veces que se arroja el papel al viejo lugar.
- Aprender una habilidad ( fotografía, cocina, yoga, un nuevo idioma...) .Armar rompecabezas con un ojo tapado para perder la percepción de la profundidad, por lo que el cerebro tendrá que buscar otras vías.
- Identificar objetos como monedas. De una taza con varias monedas diferentes, tomarlas con la mano y con los dedos tratar de identificar la denominación de cada una.